Una dieta que incluya frutas, verduras y proteínas, más ejercicio físico podría ser la clave para que los adultos alcancen una salud cardiometabólica óptima en el futuro.
Todo lo mencionado anteriormente se ha evidenciado en una investigación que utiliza datos del ‘Estudio del Corazón de Framingham’ publicada en el ‘Journal of the American Heart Association’ revista de la Asociación Americana del Corazón.
Los factores de riesgo más importantes para la salud cardiovascular es el síndrome metabólico, esto hace referencia a un conjunto de trastorno compuesto por el exceso de grasa, la resistencia a la insulina y la hipertensión arterial. La presencia de este signo puede aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades cardiacas, accidentes cerebrovasculares y diabetes tipo 2.
Un análisis con participantes en el Estudio del Corazón de Framingham, que inició en los años 70, los investigadores examinaron los datos de 2.379 adultos, todos mayores de 18 años.
Los participantes en el estudio fueron seleccionados cada uno de 47 años de los cuales fueron 54% mujeres, estos exámenes se realizaron entre el 2008 y el 2011. Los investigadores evaluaron la actividad física mediante un dispositivo especializado conocido como acelerómetro omnidireccional.
El dispositivo, que hace un seguimiento del sedentarismo y la actividad física realizada, se lleva en la cadera del paciente durante ocho días y así es como los investigadores recopilaron información dietética mediante cuestionarios de frecuencia de alimentos para medir los tipos y niveles de alimentos y nutrientes consumidos.
Los investigadores observaron que, entre todos los participantes, el 28 por ciento cumplía las recomendaciones tanto de las directrices de actividad física como de las dietéticas. Mientras que el 47 por ciento alcanzaba las recomendaciones en solo una de las directrices.
También se pudo observar que los participantes que siguieron las recomendaciones de actividad física tenían un 51% menos de probabilidades de padecer síndrome metabólico. a diferencia de los participantes que seguían sólo las directrices dietéticas tenían un 3% menos de probabilidades, y los participantes que seguían ambas directrices tenían un 65% menos de probabilidades de desarrollar síndrome metabólico.
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